Testimonio del Pachacutí 2018

Estoy volviendo de San José a Montevideo en un ómnibus semivacío. Quiero matar el tiempo escribiendo un lindo pie de foto. No les aseguro que sea corto, tampoco lindo. Pero va.

Acabo de vivir una experiencia brutal. Con personas que hace una semana no conocía, a pasar frío, comer mal y dormir peor, y a la postre, con lo futbolero que soy me perdí parte del mundial. Será difícil de creer, pero me encantó. Viví un PACHACUTÍ (Mundo al revés en guaraní).

Y si tuviese que definirlo en un concepto, sería una ANTI-GUERRA.

No necesito definirles qué es una guerra. Familias que huyen buscando paz. Muertes de inocentes. Escuelas, plazas e Iglesias destruidas por bombardeos. Personas que son rehenes de una situación que no eligieron.

Ahora daré mi opinión de que es una Anti-guerra. No solo es la falta de ella, sino todo lo OPUESTO.

Bombardeos y escuadrones de buena voluntad. Jóvenes inconscientes que van a construir hogares a desconocidos.

Y les digo más. En el Pachacutí como en la guerra, los jóvenes no tienen experiencia en lo que van a hacer. Vivirán, comerán y dormirán peor que en sus cálidos hogares. Y no les importa.

Así, toda esta primera semana gélida y futbolera de julio. Madrugando para ganarle al sol. Sin importar el sueño ni las bajas temperaturas. Con mucha austeridad. El sobre de dormir y aislante serán sus aliados contra el frío.

Cuando les toque salir invadirán salvajemente cooperativas de viviendas y “Mevires” para trabajar por civiles inocentes que no tienen la culpa para recibir ayuda de ¡15 locos!

Las escuelas tampoco se salvan. Varios de estos grupos llegan a pueblos de Durazno, San José o Florida, entre otros. A pintar bancos, paredes, techos. Y sin estar satisfechos con eso, los invasores convocan a los niños y jóvenes de estos pueblos a hacer juegos, danzas y actividades.

Pero esto se pone peor; no es solo un grupo, ni cinco, ni diez. Tan sólo este año fueron treinta. Sí, treinta batallones de voluntarios que ocuparon estos pueblos sin que nadie los invitara. Yendo año a año, y jamás claudicando en su terco objetivo: construir casas, escuelas y -los más ambiciosos- hasta querrán construir un Reino.

Por último. En esta Anti-Guerra llamada Pachacutí es difícil descifrar qué los mueve a hacerlo. Ni dinero, ni títulos, ni gloria, ni fama. Quizás la nada misma. ¿Qué combustible logra tanto bien asquerosamente desinteresado? ¿Por qué atacan de buenas intenciones a los más desfavorecidos?

Ahórrense las cuentas. Fueron cerca de 500 los protagonistas de estas batallas.

Yo me pregunto: con tantos paladines de la alegría, enemigos del egoísmo, defensores de los más débiles…

               ¿Quién dijo que todo está perdido?

Víctor Hugo Fernández (voluntario)
Voluntario